“Negrito” García, el primer crimen de la Triple A en Bahía Blanca

-Es la Policía… abran hijas de puta, abran hijas de puta…

La puerta de la cocina retumbaba por las patadas. Se escuchaba fuerte.  A las 3.45 del 22 de septiembre de 1974 era el único ruido en todo el barrio Noroeste. Los  asesinos entraron por la puerta de calle Jujuy.

-Ustedes 2 se quedan acá –les dijeron a Marcela y a su hija Julia. Esperaron en ese dormitorio mientras los asesinos hacían lo que fueron a hacer.

Luis Jesús García “Negrito” estaba en su cama. Una colitis lo había volteado un poco y se había ido a dormir más temprano que Marcela, Julia y la otra hermana de 11 años. La hermana “del medio” estaba en lo de una amiga. A la más chiquita le pusieron una ametralladora en la cabeza.

-Mamá, no te preocupes… no va a pasar nada –fueron las últimas palabras del “Negrito”. Lo llevaban de los pelos y a la rastra. En camisa y descalzo.

Lo subieron a una cupé Dodge GTX verde. Ya no lo volverían a ver vivo. Iba a ser el primer crimen de la Triple A en Bahía Blanca.

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El “Negito”García tenía 18 años esa madrugada del 22 de septiembre de 1974. Era un obrero de la construcción que trabajaba en la empresa Interamericana.

En su casa mamó la política y el sentido de la solidaridad. Todos lo querían en el barrio Noroeste. Toda injusticia lo conmovía. En la obra, en el barrio o hasta el Golpe del 73 en Chile. Militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y en el Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS).

-Mi hermano no era un teórico. Era un hombre de hacer. Empezó a militar a los 16 años. Muy recto y una buena persona –relata Julia.

-Era muy querido en las bases de la UOCRA, entre los que se llamaban en esa época “pata e’porlan”.  La burocracia sindical lo tenía marcado. Para ellos el “Negrito” García era peligroso –cuenta José Lualdi, dirigente gremial de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina.

Tan marcado estaba que siempre tenía gente que lo seguía. Lo intimidaban permanentemente. Y por eso esta respuesta:

“La Juventud Sindical Peronista repudia otra vez a los mercenarios de la provocación, que han puesto sus almas a disposición de la sinarquía. El odio y la perversión de los cipayos fueron descargados nuevamente  contra un humilde obrero de la construcción. ¿Qué pretenden estos mercenarios a sueldo? ¿Que los trabajadores dejemos nuestros puestos de trabajo y vivamos en la miseria?”.

Tanto lo tenían en la mira al “Negrito” García que…

“En noviembre de 1972 asistiendo al colegio secundario y en una prueba de Castellano, tema libre, escribió la composición ´El buque Granaderos-Cárcel Flotante. El 31 de mayo del corriente año fue identificado en circunstancias que distribuía panfletos refrendados por el FAS y el Movimiento Sindical de Base titulados ´A la Clase Obrera y Pueblo’”. El informe es un parte policial de 1974.

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Marcela y Julia corrieron a lo de “Pinky” Bertolini. Le contaron que se habían llevado al “Negrito”. “Pinky” era compañero de militancia de García.

Salieron a buscarlo en 2 grupos. Marcela recorría comisarías y se encontraba con la respuesta de la época: “Algo habrá hecho, por eso se lo llevaron”. Y hasta llegaron a LU2 para contar lo sucedido.

-Un periodista nos dijo “ah, es el auto de la CGT” cuando le contamos que se lo habían llevado en la GTX verde.

En ese entonces la CGT bahiense era manejada por Rodolfo “Fito” Ponce. Uno de los principales integrantes de la Triple A de nuestra ciudad, el mismo que integró un triángulo siniestro junto al rector de la Universidad Nacional del Sur, Remus Tetu y el profesor Néstor Montezanti, recientemente procesado por su vínculo con secuestros y asesinatos.

Ponce era el jefe del brazo armado de la Triple A. Ese brazo armado que sospecha integraban Curzio, Forcelli, Aceituno y Pallero, a quienes se los está juzgando como integrantes de una asociación ilícita que asolaba las calles bahienses en busca de exterminar “todo lo zurdo” en el último gobierno de Juan Domingo Perón.

A las 6 de ese 22 de septiembre de 1974 se supo que el “Negrito” García había sido asesinado.

En un descampado de General Cerri el chofer Jorge Britos, de la línea de colectivos 512 Rivadavia que andaba fuera de servicio, vio el cuerpo de García.

Britos dijo en la Subcomisaría de Cerri que el cuerpo de García estaba en el camino de tierra que une Cerri con la ruta nacional 3 con una herida de bala en la cabeza. La Policía dispuso cercar el lugar.

Lo llevaron al Hospital Municipal. La autopsia no dejó dudas de lo que había pasado: los balazos eran 12. En la cabeza, en el cuello y en el hombro izquierdo. Uno le destrozó el mentón. Y todos fueron  a quemarropa.

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A la Patota de la Triple A la conocían casi todos los jóvenes. Y no sólo por sus crímenes. La Fiambrera es un nombre que aún resuena. Un nombre que era un código.

-Cada compañero que subía a La Fiambrera era asesinado –cuenta Lualdi. Por eso lo de Fiambrera. Es sabido que en el lunfardo “fiambre” es muerto.  La Fiambrera era un Fiat 125 Rural de color azul que atravesaba la madrugada bahiense.

-No tenía silenciador o lo tenía roto. El ruido del motor era bastante distinto a los autos de esa época. Era como un ronquido muy fuerte. Los que andábamos dando vuelta de noche nos dábamos cuenta enseguida que La Fiambrera estaba cerca por el ruido del escape. Y además porque siempre andaban bastante rápido –explica un veterano periodista bahiense.

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“Pinky” Bertolini no sólo salió a buscar al “Negrito” junto a su familia, también fue quien debió reconocer el cuerpo en el hospital.

El “Negrito” tenía la misma ropa con la que se había ido de su casa. “Pinky” se encontró con la mamá del “Negrito” a la puerta de la Galería Plaza de calle San Martín –el punto de encuentro que habían fijado- para darle la noticia: habían encontrado muerto a su hijo.

La casa de los García en el barrio Noroeste sería el lugar del velatorio. Hasta ahí llegaron miles de personas.

-Estuve un poco escondido en el velatorio. No quería que me viera la burocracia sindical. El “Loco” Curzio manejaba uno de los vehículos que nos seguían en el velatorio. La Fiambrera iba desde lejos. Teníamos claro que en el velatorio iba a ver gente marcada –cuenta Lualdi.

Las miles de personas partieron al cementerio municipal. Recorrieron más de 70 cuadras. “Había que cuidar el cajón”.

Un parte policial redactado por un oficial principal y el Jefe Regional a las 19.22 del 23 de septiembre de 1974 “contaba” el velatorio:

“Hicieron uso de la palabra sindicalistas de base, entre ellos un representante del FAS, sospechado de pertenecer al ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). Oradores coincidieron en responsabilizar la muerte de García a (nombre tachado), manifestando que se halla al servicio del imperialismo yankee. Afirmaron que el actual gobierno es fascista e instaron a la agrupación de las bases sin distinción de corrientes ideológicas para enfrentar al enemigo común: el imperialismo. Asimismo hicieron un llamamiento a proseguir la lucha para vengar la muerte del Negro, caído en manos del imperialismo y del fascismo. Entonaron estribillos que decían ´se siente, se siente, el Negro está presente´. Finalizadas las alocuciones se desconcentraron sin ningún otro tipo de exteriorizaciones. No se produjeron incidentes”.

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Tras la muerte de Luis, Julia y sus 2 hermanas se fueron a Salta. La mamá se quedó unos días más en Bahía y luego partió al norte.

-Nos tuvimos que ir –dice Julia.

Siguieron persiguiéndolas. Julia terminó presa. Fueron 5 años en distintas cárceles, con pocas visitas en los primeros años y ninguna en los últimos. En 1980 salió y se radicó en Viedma junto a su padre. Ahora también su madre vive en la capital rionegrina.

-La causa de mi hermano se cerró en diciembre de 1974.

Hoy con la declaración de crímenes de lesa humanidad que tienen los asesinatos cometidos por la Triple A se juzga en Bahía Blanca a Raúl Roberto Aceituno, de 70 años; Juan Carlos Curzio –el mejor piloto de speedway de la Argentina en los 60, 70 y 80-, de 76; Héctor Ángel Forcelli –ligado a la Asociación Empleados de Comercio y encargado del autódromo de la entidad, exjugador de básquetbol y consejero en la Liga del Sur-, de 71 y Osvaldo Omar Pallero, de 78. A Aceituno también se lo acusa de la muerte de “Watu”.

Y hay testimonios que los señalan:

La periodista y docente universitaria, Azucena Racosta contó en el juicio:

-Juan Carlos Curzio manejaba La Fiambrera y Raúl Aceituno mostraba un arma larga. Nos estaban tirando a los 2 (a ella y a un compañero, Adrián Tucci). Yo iba hacia un departamento que está frente al Mercado Municipal, pudimos entrar. Ahí estaba un grupo de compañeros. Quedamos como en una madriguera. Fue la noche más larga de mi vida. Cada vez que subía el ascensor pensábamos que venían a matarnos.

-Forcelli era gente de Ponce (el secretario de la CGT) –dijo en el juicio Alberto Brandán, dirigente de la Asociación Empleados de Comercio.

Y agregó: “En el gremio teníamos bachillerato para adultos, lo habían cerrado y fuimos a hacer la gestión con (Ezequiel) Crisol –histórico dirigente de Empleados de Comercio de Bahía Blanca- a Colón 80 (sede de la Universidad Nacional del Sur). En la entrada estaba Forcelli en su actividad de custodio, con arma y todo”.

Daniel Alberto Juliá fue barman del boliche Rancho X del barrio Palihue de 1972 a 1976.

Los atendía casi todas las noches en la confitería. Dejaban las armas en un costado de los sillones, venían con ametralladoras, itakas, 16 recortadas. Argibay, Aceituno, De Rosa, eran varios, se iban turnando.

Y agregó que los escuchaba jactarse de que “habían matado a 4, a 6. Pertenecían a la Triple A, lo decían ellos. Decían que se les había encomendado este trabajo desde el gobierno de turno. Reportaban directamente a Ponce. Usaban Torinos blancos y estaban todos los días en la CGT de Mitre y Rodríguez, eran como los dueños ya, entraban y salían incluso con las armas en la mano.

El hijo de Argibay declaró en el juicio que se le sigue a Aceituno, Curzio, Forcelli y Pallero. Y fue muy claro sobre la actuación de su papá: “Uno de los estribillos de mi padre ante las personas que secuestraba era ‘Haga patria mate un zurdo’. No sólo lo comentaba sino que en un par de oportunidades salía tarde a la noche y volvía a la madrugada con un montón de pertenencias, papelería y cosas de valor. Algunas se retiraban para llevarlas a otro lado y algunas se las quedaban como ‘botín de guerra’”, contó Daniel.

Y siguió: “Una mañana me despertó y me regaló un reloj Omega Speedmaster que apareció de la noche a la madrugada. Era algo sobredimensionado para regalar a un niño de clase media baja de 12 años”.

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Pasaron 46 años.

-Compartíamos todo. Y en esas reuniones salía el baile, el juego de la botella, el primer beso, la guitarreada, las canciones de Mercedes Sosa, de Guarany, “A desalambrar”… era  el sueño de la Revolución, el sueño de un mundo más justo (Ana Colantuono, compañera de militancia).

-Era un borreguito que ya era delegado en la obra. Demasiado chico. Se lo llevaron porque luchaba por un mundo mejor. Quedé muda. Recién desde hace un tiempo puedo mirar sus fotos. Era militante pero él se divertía bailando cuando hacían los asaltos… Ese es el recuerdo más hermoso que tengo de mi hijo (Marcela, su madre).

El “Negrito” sigue presente. ¡¡¡Ahora y siempre!!!

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