No se deja a nadie en el altar

La historia trágica de Puerto Hurraco llevó muy lejos eso de que a una novia no se la deja plantada en el altar.

Todo empezó con el romance entre Amadeo Cabanillas y Luciana Izquierdo.

En ese pequeñísimo pueblo de la zona de Badajoz, en España, se conocían todos. Eran tan solo 200 habitantes y las historias no podían quedar entre 4 paredes.

Amadeo y Luciana tenían todo listo para casarse allá por fines de los 60. Pero Amadeo se la mandó: con su arado se pasó de largo y se metió en el terreno de la familia de su novia. Y parece que no le gustó que los Izquierdo se lo recriminaran. Tanto se enojó que terminó el romance con Luciana y la boda que ilusionaba al pueblo con una gran fiesta, no fue.

Finales de los 60, una chica despechada, la humillación de una familia… un contexto ideal para la tragedia. Los Izquierdo decidieron encenderla. Jerónimo fue a buscar a Amadeo Cabanillas. Unos cuantos cuchillazos fueron el fin del hombre que había dejado plantada a Luciana. Jerónimo pagó con 14 años en la cárcel.

La revancha de los Cabanillas llegó en 1984. Quemaron la casa en la que vivía la madre del clan Izquierdo… con doña Isabel adentro. No hubo forma de salvarla. Sus hijos vieron como la madre moría calcinada.

 

No fueron a cazar… ¿o sí?

Esa muerte desató más locura. Y llegó el día de la masacre. El domingo 26 de agosto de 1990 Emilio y Antonio Izquierdo mataron a 9 personas e hirieron a 12. No habían ido a cazar pájaros como dijeron. Fueron al pueblo y empezaron a tirar: asesinaron a algunos Cabanillas y a otros que nada tenían que ver con esta lucha entre familias.

Fue el día final de la guerra entre los Cabanillas y los Izquierdo. Hoy no queda casi nadie que haya vivido esa historia desde adentro. En estos más de 30 años desde aquel episodio algunos murieron en neuropsiquiátricos, en su casa, en la cárcel, por suicidio… Ya se habían detenido los balazos.

(Si querés ampliar podés hacerlo mirando “El séptimo día” de Carlos Saura)

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