Un ser horrible

Herta Oberheuser fue un ser horrible

La encargada principal del campo de concentración Ravensbrück durante el Holocausto judío fue capaz de decir: “Las prisioneras no la pasaban mal, jamás las escuché quejarse”.

Justificó los sádicos experimentos nazis diciendo que había derecho a hacerlos porque las secuestradas “eran miembros de la Resistencia”.

Esos experimentos eran inyectar nafta en las venas, probar cómo incidían agresivas bacterias en huesos de personas que mantenían vivas luego de haberles martillado las piernas o usar clavos y maderas para ver qué efectos tenían sobre un cuerpo.

Había otro grupo: “Las elegidas”, mujeres que se destinaban a la sistemática violación de jerarcas llevadas a cabo en el “burdel del Holocausto”. Y usadas para experimentar formas de cómo curar enfermedades de transmisión sexual que les eran inseminadas directamente de los infectados tras horas y horas de padecimiento.

La tarea de la médica nazi se desarrolló en ese campo de concentración ubicado al norte de Berlín, un lugar por el que se estima pasaron unas 130.000 mujeres de las que murieron unas 95.000.

Herta integró las Juventudes Hitlerianas. Y su título de médica logrado en 1937 le permitió irse a Berlín a trabajar de cerca y de lleno en la “higiene racial”, que puso a los médicos en un rol principal durante el régimen de Adolf Hitler.

En Berlín empezó el horror. Y Herta fue un brazo ejecutor principal: forzó abortos, fue instigadora de los experimentos mencionados y autora de frases como “nunca maté a nadie, eran ayudas a personas que estaban agonizando”.

Con el “Juicio a los Doctores” en Nuremberger en 1946 llegó algo de Justicia: 20 años de prisión. Cumplió 5 y salió. Volvió a ejercer la medicina hasta 1958 cuando fue descubierta.

Y un día murió.

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