¿Es posible que todo un pueblo sea sospechoso de un crimen? ¿Y que esa sea la razón por la que absolvieron al único acusado?
Así transcurrió el único crimen que se vivió en los 150 años de historia de Dennehy, un pueblo del partido de 9 de Julio en el centro de la provincia de Buenos Aires, que se erigió en las tierras que donó la familia irlandesa a la que se le puso su apellido como homenaje.
La mañana del 10 de marzo de 2005 sería una mañana que cambiaría para siempre a un pueblo que en ese momento apenas llegaba a los 200 habitantes, lejos de las épocas de esplendor de 3.500 pobladores.
Unas horas antes y aprovechando la luna nueva que puso a oscuras a todo Dennehy, alguien apretó un gatillo. La bala quedó en la cabeza de Ángel Palacios de 27 años. Lo obligaron a arrodillarse… metió las manos en el bolsillo y esperó lo que ya sabía que le iba a pasar. Agonizó unos días y murió.
Ángel era musculoso… y mujeriego. Muchas fueron las que tuvieron relaciones sexuales con Ángel. Una de ellas, Lorena Valbuzzi de 28 años y pareja de Clemente Villegas, peón de campo y único acusado del crimen del mujeriego.
Clemente tenía todas las fichas para ser el asesino: su mujer lo engañaba con su mejor amigo. Unos días antes del asesinato, el fallecido se cruzó en la calle con Lorena y Clemente. Su reclamo fue insólito: “Hagas lo que hagas, yo siempre voy a estar con tu mujer. Dejala que esté conmigo”, dijo quien luego fuera asesinado.
Clemente miró a su mujer. Su cara tenía una pregunta: “¿Qué onda con lo que dice Ángel?”. Ella hizo silencio. “No entendía nada de lo que estaba pasando”, explicó el principal sospechoso.
-Yo me enteré de que mi mujer me era infiel en el juicio. Pensé que ella iba a negar todo lo que se decía en el pueblo… pero no: lo confirmó –declaró Clemente. Obviamente le preguntaron si nunca lo habló con su pareja y él dijo: “Preferí no hacerlo”. Tras el juicio se separaron… aunque vivían en la misma casa. Clemente siempre sostuvo que su amigo era “un buen tipo”.
Lo que le dijo a la Justicia fue contundente: “Si voy a ir preso por un crimen que no cometí, prefiero quitarme la vida”. Su absolución le perdonó la vida.
Todos al estrado
Durante el juicio declararon unas 60 personas. Desnudaron a un pueblo donde la infidelidad era común, aunque no queda claro si era aceptada. Se enojaron mucho los pobladores de Dennehy cuando el caso circuló como “el crimen en el pueblo de los infieles”. Pero habían sido ellos mismos los que ventilaron esa situación. Algo así como “acá pasa todo esto… pero no nos gusta que se sepa”. Claro… quizás nunca entendieron que habiendo un crimen, iba a ver un juicio. Y fue en sus declaraciones ante el estrado donde contaron lo que luego reflejó la prensa.
Había 3 móviles para el asesinato de Ángel: las relaciones sexuales que mantenía con muchas mujeres, el abigeato y conexiones con narcos. Sólo se siguió la pista de las infidelidades. Las otras quedaron calladas. Pero se supieron igual. Dennehy es muy chiquito.
¿Por qué Ángel merodeaba la estación de trenes de madrugada? ¿Qué había en el paquete que recibió de un camionero unos días antes de ser asesinado? ¿Por qué se encontraba con hombres que no eran del pueblo en ese lugar que parecía a salvo de las luces? ¿Había alguien poderoso cerca de estas movidas?
Hay muchísimo para decir de este caso: los abusos que sufrieron Lorena y su hermana cuando tenían 17 y 11 años por parte de un expolicía –que se jactaba de ir siempre armado- al que se vio cerca de la escena del homicidio, las fiestas sexuales con menores en la sala médica, la negación de todo lo que sucedió por parte de habitantes que se defienden con un “no somos como nos describen”, las orgías y fiestas swingers con poderosos de los pueblos cercanos, las amenazas a los periodistas que contaron la historia, el arma que apreció cuando se secó el arroyo…
Y las palabras finales del juez admirador de Shakespeare: “Dennehy es como un mitológico bosque griego, un campo propicio para las francachelas sexuales (1). Hubo en Dennehy varios celosos ‘Otelos’, varias infieles ‘Desdémonas’ y varios amantes ‘Yagos’”.
(1) Fiesta sin medidas, ni reglamentaciones.