¿Hay un ángel dando vueltas por las calles de Roma?

Si no estuviera involucrada la Iglesia con más fieles del mundo, se podría decir que esta historia es una leyenda urbana. Pero tratándose de los misterios que encierra el Catolicismo… es un poco más.

En los años 40, la Iglesia Católica comenzó a buscar el lugar exacto en el que se suponía estaban los restos de Pedro, el apóstol al que Jesús eligió como el continuador en la tarea de llevar su mensaje al mundo.

Pero las profundidades del Vaticano, ese paisito metido en el medio de Roma,  iban a sorprender a los investigadores.

Encontraron tumbas del siglo IV, otras anteriores al Cristianismo y una que dio miedo: estaba identificada como la de Lucifer. El ángel caído en la Creación del Universo. Un rebelde que desafió el poder de Dios.

Esa cripta estaba construida de manera diferente a las otras, era circular, tenía escrituras en arameo y con una mayor seguridad para que se convierta en un espacio imposible de abrir. ¿Qué había tan peligroso ahí adentro?

Las Sagradas Escrituras tienen muchos textos anticipatorios. Y por supuesto enseguida comenzaron a buscarse. Una epístola de Judas Tadeo –que puede encontrarse en el Nuevo Testamento- fue relacionada con el hallazgo de la supuesta tumba del ángel caído: “Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, (Dios) los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”.

En 2003, el joven archivista Padre Antonio se puso a investigar. Lo primero que encontró fue la carta de un cardenal en la que se mencionaba un documento llamado “La clave del abismo”. Ahí se relataba con detalles cómo y dónde estaba ese lugar cerrado. Parecía ser cierta la idea de guardar algo para siempre. ¿Al ángel desobediente?

El Padre Antonio era un molesto. Descubrió que en las paredes cercanas a la supuesta tumba de Lucifer había leyendas en latín y arameo: “No despiertes al que vive en la oscuridad”.

Describió que en sus días en las profundidades sentía presencias y a un ser que le hablaba a su mente. Era Xaviel, el ángel que citó Enoc en su Evangelio apócrifo. Tras 1.500 años de encierro pedía ser liberado porque “se acercaba el tiempo del Juicio”.

Dicen que esa noche las luces del Vaticano parpadearon 7 minutos consecutivos, que hubo un microterremoto, que se escucharon cánticos desconocidos y que varias personas reportaron ver seres alados por las calles de Roma. El Padre Antonio apareció tirado en el piso con quemaduras en cruz en una de sus manos. Le diagnosticaron colapso nervioso. Antes dejó una carta: “Mantener encerrado a un ángel es un pecado”.

La respuesta del Vaticano fue cerrar esas rutas subterráneas con cemento y vedar el acceso a los documentos recopilados por el molesto Padre Antonio. Sólo el Papa podía verlos.

Todo fue desmentido, adjudicado a teorías conspiranoicas, a campañas de desprestigio de la Iglesia Católica…

Quizás tenga razón la Iglesia Católica y todo sea un lindo cuentito. Pero yo a veces veo al ángel desobediente manejar algunos botones importantes, cobrándonos su expulsión del Reino a todos.

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