Los ojos de Noemí

Noemí nos dice que va a ir a ver a su mamá, al mismo tiempo que confiesa sus 90 y tantos.

Noemí nos dice que en su casa la espera su esposo, al mismo tiempo que confirma que es viuda.

Le preguntamos dónde vive, con quién y qué hace por el barrio. Noemí da precisiones de la casa de su madre. Señala una dirección exacta.

Llegan los del 911. Preguntan, Noemí responde. Pero no podemos saber mucho más de lo que ya sabíamos desde antes de que lleguen los del 911: “Quise subir, me perdí, bajé y acá estoy” (en la calle).

Los vecinos que salen del edificio no conocen a Noemí. Una pareja pregunta su apellido. Noemí, como buena mujer de 90 y pico cooptada por el patriarcado, da el de casada. La pareja se da cuenta: “Es la madre de Fulana. Lo que pasa es que hace poco se la trajo a vivir con ella… no la conocíamos”.

Baja Fulana. Explica que estaba durmiendo y que Noemí agarró la llave y bajó a la calle.

Tras 2 horas de charla, Noemí vuelve a casa. 2 horas para descubrir lo hermosa que es Noemí. Con su camperita de hilo para la templada siesta de domingo, sus zapatillas-pantuflas y sus ojos que cuentan historias.

 

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