-No me la van a creer… me olvidé la billetera.
Frank Mc Namara se puso colorado. Había invitado a cenar a 2 conocidos al lujoso Major’s Cabin Grill de Nueva York, cerquita del emblemático Empire State.
De inmediato fue al teléfono y le pidió a su esposa que le llevara dinero para cumplir.
Ahí fue cuando se le ocurrió: por qué no pagar de otra forma que no fuera sólo con dinero físico. Para eso debía crear un sistema que demostrara su credibilidad de pago en cualquier lugar, sin necesidad de llevar efectivo.
Una tarjetita de cartón en la que figuraba el nombre del dueño de esa cartulina, su firma, la fecha de validez y la marca “Diners Club (Club de Cenadores)” fue la forma que encontró Frank. Casi sin darse cuenta el director de la Hamilton Credit Corporation inventó la primera tarjeta de crédito.
En principio fueron 200 personas, que pagaban 3 dólares anuales, y 14 restaurantes neoyorkinos los que adhirieron. A finales de 1950 ya había 20.000 usuarios de la tarjeta y 2 años después el selecto Diners Club contaba con 70.000 usuarios. Hasta que en 1958 apareció American Express. Las tarjetas de crédito fueron imparables. Hoy se puede pagar como uno quiera. Seguramente en breve lo haremos con nuestra huella digital.
Un anticipo
El abogado y escritor norteamericano Edward Bellamy ya había dado algún indicio en su novela “Mirando atrás desde 2000 a 1887” publicada en 1887. Julian West, protagonista del texto de Bellamy, viaja al año 2000 y al despertar de un sueño hipnótico revela cómo es la vida en el siglo XXI. Entre las curiosidades describe que la gente pagaba con una tarjeta… claro que un poco distinto: todos los habitantes de la Tierra tenían la misma cantidad de dinero disponible en sus cartones.