Una noche entre los muertos

Llevaba dos horas en el cementerio. Se había terminado otra rueda de mate cuando, casi a la medianoche, uno de los tres policías me dijo:
–¿Vamos?
–¿Para dónde?
–Para allá.
Allá era una calle oscurísima en una noche clara. De un lado dos pisos de nichos; del otro, panteones.
Caminábamos y hablábamos con “Cedoblevé”.
–Che ¿y esta recorrida la hacés solo?
–Sí, casi siempre salgo solo. El miedo se pierde enseguida.
“Cedoblevé” lleva casi dos años vigilando el cementerio. Cree en duendes y en la vida después de la muerte.
–La primera noche había una niebla terrible. Ves esta calle (me señala la más iluminada), no se veía nada. Entonces agarré y me fui caminando hasta el fondo. Ahí perdí el miedo.
“Cedoblevé” propone subir al primer piso de los nichos. Le digo que me da miedo. Es que hay diferencias. Por la calle, uno va a cuatro-cinco metros de los muertos. Ir por arriba significa meterse en una galería casi cerrada y estar a centímetros de los féretros.
Escucho un ruido y me agarro del brazo de “Cedoblevé”. Y me doy cuenta que es sólo un vasito plástico que rueda por el asfalto.
Bajamos. Los ojos ya se acostumbraron y ven mucho más. Seguimos hablando.
–Y cuando no salen a hacer la ronda ¿qué hacen?
–Tomamos unos mates, miramos algunas películas en el DVD portátil…
–¿Y qué miran?
–Casi siempre películas de terror.
Seguimos caminando.
–Acá están los angelitos –dice “Cedoblevé”
Los angelitos son los chicos.
–Muchas veces se los escucha llorar.
–¿Y qué hacés?
–Voy a ver y el llanto cambia de lugar. Son duendes. No pasa nada.
Entre las leyendas del cementerio hay una que cuenta que un vigilante de una empresa privada era el que más vueltas daba por el sector de los angelitos. A sus jefes no les satisfacía su rendimiento y estaba a punto de ser relevado. El hombre se preocupó porque el trabajo en el cementerio le daba un extra que le servía para mantener a su familia.
–¿Usted puede hacer algo? Esto me sirve mucho… –le dijo a una de las autoridades.
–Mucho no podemos hacer, la vigilancia está tercerizada y no nos corresponde a nosotros –le contestaron.
–Pero ¿sabe lo que pasa? No es sólo por la plata… Cuando yo estoy allá con los chicos controlo que jueguen, que no se golpeen y ellos ya me conocen…

* * *

Terminamos la vuelta con “Cedoblevé” sin novedades, es decir: no había nadie dando vueltas, no había gallos sin cabeza ni botellas de caña de los macumberos, ni chicos darks a los que les atrae tanto la muerte.
“Cedé” prende su enésimo pucho. Y cuenta.
–Acá una vez un vigi se quedó solo una noche. Era la primera vez que venía. Le habían dicho que iba a estar solo. El tipo estaba en el auto y de repente ve pasar a un tipo con una pala. Lo saludó y el hombre le respondió. Pensó que era algún empleado municipal, pero cuando los jefes lo llamaron para ver si estaba todo bien, les dijo que había visto al de la pala. Los jefes le aseguraron mil veces que estaba solo y que se fijara quién era el tipo ese. Agarró todo y se fue a la m…
“Cedé” también tiene historias propias. Como la vez que escuchó el ruido de un celular cerca de una tumba.
–Lo busqué y lo busqué y no vi nada. Lo tenía cerca, pero no pude saber de dónde venía. Me olvidé. A la semana paso por el mismo lugar y otra vez. Pero no me preguntes de dónde venía porque no lo pude saber. ¡Dos veces me pasó! El día que vea algo, la verdad, no sé si le voy a dar bola o voy a salir corriendo.
“Cedé” se entusiasma.
–Hay noches que te corre un escalofrío por la espalda cuando estás solo allá por el fondo. No sé si es sugestión o no, pero te pasa. Y lo que sí, todos sentimos olores.
–¿Qué olores?
–Olores fuertes. A muerto.
“Cedoblevé” me lo había preguntado cuando caminábamos por la galería de los nichos. Pero no olí nada.
“Cedé” cuenta otras historias.
–Una vez un vigi vio a una mujer de blanco sentada en el techo de un panteón. Se acercó y le preguntó “qué estás haciendo”, la mujer no le contestaba, lo miraba. Se dio la vuelta para ver si podía subir, pero cuando volvió a mirar la mujer no estaba más. Son cosas que pasan o que pueden ser por la sugestión. Acá no hay que darse manija.

* * *

“Vecorta” hace su primera intervención en la noche.
–Este es un lindo trabajo.
“Vecorta” tiene a un hermano y a su papá en el cementerio.
–Voy seguido… a verlos… a estar un rato.
“Vecorta” cree en las curanderas y defiende a rajatabla su teoría. Pero también dice que acá no se trata de creer o no.
–Acá es muy simple. Hay gente que ve cosas y otras que no ven nada. No sé si se sugestionan o si es porque están más predispuestos.
Y tira un clásico de los que trabajan en cementerios:
–Hay que tenerles más miedo a los vivos.
Una frase de la que nadie sabe su real efecto a la hora de estar solo en medio de las tumbas.
“Vecorta” no quiere ser menos y cuenta dos historias.
–La otra noche me puse mal, mal. Vino un hombre a la puerta, yo lo veía, eh… Y gritaba “¡Negriiiitaaaa, te extraaañooo! ¡Negriiiitaaaa, te extraaañooo!”. Pobre, me dio una lástima. Se ve que era la mujer. Triste, triste.
Se toma un mate, prende otro pucho y sigue.
–Una vez tuvieron que abrir una tumba y un vigi vio el cuerpo. Le llamó tanto el estado tan conservado que le sacó una foto. El cadáver estaba intacto. Al poco tiempo chocó con la moto y no sé cuántas cosas más le pasaron. Fue a ver a un brujo o bruja, no sé… Y le dijo que se sacara la foto de encima. La tiró y no le pasó más nada. Eso es cosa de los que creen.

* * *

Hacemos otra recorrida. Casi no se habla. Paso por el sector de los angelitos. Quiero comprobar lo de los llantos de los que tanto me hablaron. O ver a los chicos jugando, como contó ese policía al que querían relevar. Pero ¿y si los veo? ¿si los escucho? ¿corro? ¿les hablo? Mejor sigo caminando. Los ruidos andan dando vuelta. Y sino, es el silencio el que se hace escuchar.
El veterano “Efe”, que vino a reemplazar a “Cedoblevé”, dice que en el silencio los pequeños ruidos se magnifican.
–He llegado a darme cuenta de que una hoja seca dando vueltas en el asfalto hace un ruido tremendo.
Pregunto qué son esas luces entre las tumbas. No me contestan. Vuelvo a preguntar. No me contestan. Miro de vuelta. No pregunto más. El mármol refleja las luces de afuera. Y se terminan las dudas. Se caen mis esperanzas de ver algo raro.
“Efe” tiene 38 años en la Policía. Estuvo en el cementerio cuando era uno solo el que vigilaba.
–Nunca me dio miedo. Me pasaron algunas cosas. Un día estaba en el auto y escuchaba: pam, pam, pam. Me bajó y nada. De vuelta: pam, pam, pam. Bajo, nada. Así como tres o cuatro veces más. Hasta que descubro que un cartón se había trabado abajo y pegaba contra la chapa del auto. ¿Qué te quiero decir con esto? Que la mayoría de las veces hay una explicación lógica.
–Pero ¿nunca, nunca, hubo algo inexplicable?
–Y… lo de la radio…
–…
–Cuando estaba en el auto escuchaba música en alguna radio y de repente se me corría el dial, solo. ¿Viste los autos de antes? ¿Con esas radios que te iban marcando con una rayita? Bueno, estaba de un lado y me aparecía al medio o del otro lado. No sé, se cambiaba…
–Che ¿y no sería que la radio andaba mal?
–Entonces andaba mal sólo en el cementerio.

* * *

Una noche de hace un tiempo dos policías charlaban en la ronda.
–¿Y qué te parece? ¿Habrá vida después de la muerte?
–Y… No sé. La semana que viene te lo averiguo.
A los 7 días lo averiguó: se pegó un tiro.

* * *

Doy la última vuelta. No hay ruidos. Los que se escuchan son claramente de afuera. A las 4 de la mañana ya la tengo más clara: es el viento el que se encarga del sonido dentro del cementerio. También de que las sombras son nuestras. No veo a ningún fantasma corriendo. No veo ninguna tumba abierta. No veo nada raro.
Y “Vecorta” dice su frase final.
–Esto hay que tomarlo como lo que es: un cementerio. Acá están los cuerpos. Vaya uno a saber dónde están las almas. Bah, las personas de verdad.

El policía, la nevada y la aparición

El policía estaba vigilando el cementerio aquella madrugada del 22 de julio de 2009 cuando empezó a nevar en la ciudad.
Tomó su celular y filmó el espectáculo.
Pero otro espectáculo lo esperaba: cuando descargó el video en la computadora y puso play, vio que algo aparecía ahí.
Algo que él no había visto.
Algo que caía como del cielo, se movía de un lado al otro, se acercaba a la cámara.
“Parece una mujer con un cochecito de bebé –dice el policía–. Una persona creyente ve algo así y arranca corriendo y no para más hasta White.”

Estuvo en cinco lugares. El primer cementerio de la ciudad estaba en lo que hoy es la semipeatonal O’Higgins, en uno de los límites de la Fortaleza Protectora. Ahí estuvo desde la fundación de la ciudad en 1828 hasta 1836 cuando pasó a la Iglesia Catedral. Seis años después se instaló en lo que hoy es la Plaza Lavalle, en O’Higgins al 100. En ese lugar se mantuvo por 20 años. En 1862 se trasladó a la actual Plaza Pellegrini en calle Moreno. Y en 1885 se habilitó el actual cementerio en el final de la avenida Pringles y Pablo Lejarraga.

380.000
Son los muertos que hay en el cementerio municipal.

10
Es el promedio de las personas que mueren diariamente en nuestra ciudad.

55
Son las hectáreas que ocupa el cementerio.

4
Son los cementerios de la ciudad: el municipal, el israelita y los dos privados.

Queda poco espacio. En febrero de 2008 el Municipio ya había advertido sobre la poca capacidad que tenía el cementerio. Actualmente quedan unos 1.300 lugares que se ocuparían en un año o año y medio (debido a la ecuación entre quienes ocupan nuevos lugares y quienes se depositan en los que van quedando vacantes por falta de pago). El director comunal del cementerio, Marcelo Caramelli, dijo que ya existen tres lugares posibles para instalar un nuevo y estimó que el tema podría comenzar a tener resolución en este año.
“Lo que pasa que debe cumplirse con la legislación local, provincial y nacional, además de las medidas medioambientales”, agregó Caramelli.

Un ringtone que da miedo. El encargado de limpieza, Rubén Castro, me lleva a dar una vuelta la mañana previa. Explica sobre horarios, valores y tiene su versión sobre el día de más presencia: “El Día de la Madre es cuando más gente viene. Después el Día del Padre y el de los Muertos”, dice.
Antes de seguir explicando le suena el celular. La música es Tocata y fuga de Bach. La misma que se usó en películas de terror como Drácula o El Fantasma de la Opera . Castro no sabe bien por qué lo eligió y le causa gracia que alguien repare en su ringtone.

Valores y horarios. El cementerio está abierto todos los días. De lunes a viernes de 7:30 a 17:30; sábados, domingos y feriados de 7:30 a 18. Media hora y 15 minutos antes del cierre suena una sirena para que quienes están lejos se acerquen a la salida.
Un panteón tiene un valor de 4.000 pesos por única vez y 30 pesos al año; un nicho, 120 y 50; la tierra, 37 y 17 y las cremaciones, 358.

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